Rondando por el castillo {Adrien}
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Medieval Times :: Castillo :: Pasillos
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Rondando por el castillo {Adrien}
Una vez más allí me encontraba, con mi mirada intentando buscar algo en la oscuridad, o tal vez no. No lo sé, habían pasado varios meses desde la última vez que me había encontrado recostada en mi cama. Mi padre, como bien había jurado en su momento, había cumplido su palabra, y me había enviado a Francia. ¿Sus motivos?. Lo que yo misma había notado como una falta al sistema, una intolerancia en el comportamiento de una princesa, algo que debía juzgarse y repararse, como bien decían todos ellos..
Aquel día, rumbo a otro país, mi padre me había cerrado la puerta del carruaje, profundamente disgustado, con sus rasgos denotando cansancio y cólera contenida. ‘Ninguna hija mía será cómplice de delincuentes’. A mi parecer, era una forma de sacarme del medio, no debería preocuparse por mi durante algún tiempo. Y así fue.
Las cartas de mi hermana me lo habían dicho, y hasta notaba algún que otro fallo en su letra, como si fuese algo tan misterioso, y secreto, que ni su propia sombra debía ver. Me levanté a hurtadillas, y tomé el camisón.
Nadie osaba decir nada, pero bien notaba que el aire era tenso, y una guerra esperaba a librarse entre los senderos antiguos, y remendados del pueblo. La clase media baja, se hallaba en bastante disonancia con mi padre, y su desacuerdo iba a desatar una horrible consecuencia.
Caminé en silencio por los pasillos del castillos, que se encontraba débilmente iluminado por unas cuantas antorchas. Me detuve. El silencio que afloraba en cada esquina me producía cierta tranquilidad, acompañada de leves escalofríos. La ventana cercana, me dejo ver, que cruzando el patio principal, justo en la torre frontal, una luz iluminaba el cuarto de Audiencias.
Los caballeros reunidos decidían qué hacer. Y nunca, en mis quince años, me habían agradado alguna vez sus resoluciones. A grandes problemas, medios catastróficos. Ahora no sólo aquellos acusados de brujería y delincuencia serían juzgados y enviados a la horca, sino todo aquel que se hayara en complicidad, o simplemente se encontrara en lugar y momento equivocado.
Sí fuera así. Ni mi moral, mi ética, mi mente ó mi corazón, permitirían que me quedase sentada a hilar con las demás mujeres que se dedicaban a cerrar la boca y lucir elegantes.
No. Eso nunca.
Aquel día, rumbo a otro país, mi padre me había cerrado la puerta del carruaje, profundamente disgustado, con sus rasgos denotando cansancio y cólera contenida. ‘Ninguna hija mía será cómplice de delincuentes’. A mi parecer, era una forma de sacarme del medio, no debería preocuparse por mi durante algún tiempo. Y así fue.
Las cartas de mi hermana me lo habían dicho, y hasta notaba algún que otro fallo en su letra, como si fuese algo tan misterioso, y secreto, que ni su propia sombra debía ver. Me levanté a hurtadillas, y tomé el camisón.
Nadie osaba decir nada, pero bien notaba que el aire era tenso, y una guerra esperaba a librarse entre los senderos antiguos, y remendados del pueblo. La clase media baja, se hallaba en bastante disonancia con mi padre, y su desacuerdo iba a desatar una horrible consecuencia.
Caminé en silencio por los pasillos del castillos, que se encontraba débilmente iluminado por unas cuantas antorchas. Me detuve. El silencio que afloraba en cada esquina me producía cierta tranquilidad, acompañada de leves escalofríos. La ventana cercana, me dejo ver, que cruzando el patio principal, justo en la torre frontal, una luz iluminaba el cuarto de Audiencias.
Los caballeros reunidos decidían qué hacer. Y nunca, en mis quince años, me habían agradado alguna vez sus resoluciones. A grandes problemas, medios catastróficos. Ahora no sólo aquellos acusados de brujería y delincuencia serían juzgados y enviados a la horca, sino todo aquel que se hayara en complicidad, o simplemente se encontrara en lugar y momento equivocado.
Sí fuera así. Ni mi moral, mi ética, mi mente ó mi corazón, permitirían que me quedase sentada a hilar con las demás mujeres que se dedicaban a cerrar la boca y lucir elegantes.
No. Eso nunca.
Elizabeth Tudor- Princesa de Inglaterra
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Rondando por el castillo {Adrien}
En los últimos meses, las cosas habían cambiado mucho, y rápido.Desde aquel último encuentro que tuviera con Elizabeth, el cual culminó con ella siendo enviada a Francia, los sucesos se habían desencadenado uno detrás de otro, implacables, guiando una revolución que todos sabíamos acabaría por suceder.El ambiente era tenso en las calles.Se respiraba hostilidad.Porque, aunque todos quisieramos lo mismo, no todos se atrevían a enfrentar el poder del rey, quién abrumado quizás por las cada vez más personas que buscaban justicia social, había iniciado una campaña en nuestra contra.Cualquiera podía ser un enemigo, acusarte a la Inquisición.Sino habían pruebas, las sacaban de la nada.Torturaban para obtener la confesión que esperaban, aplicaban el temor para controlar a la población.Pero eso tenía un fallo.Y era que, si ya no tenías nada que perder, ¿porqué ibas a dejarte amedrentar?A mí me habían quitado a Elizabeth.No le temía a la muerte, al dolor, ni a pelear por la justicia.O si lo hacía, mas me atrevía a dar un paso al frente.Luz en la oscuridad, solían decir mis historias, eso quería ser yo.Portar la esperanza que faltaba.
-¿Qué ha si...?
El guarda no tuvo tiempo de acabar su pregunta.Un certero golpe con el mango de la espada que un herrero aliado me había hecho en la nuca, y cayó desplomado al suelo.Me vestí con su armadura, colocando el cuerpo oculto detrás de unos matorrales.Supe que hoy habría una reunión en Palacio para organizar una nueva serie de decretos que contrarrestase la posible revolución campesina.Quitar tierras, torturar a muchos inocentes, enseñar a traves del ejemplo.El momento perfecto para liberar sin que nadie se percatase a toda la gente encerrada en las mazmorras.Y, con suerte, dar un pequeño golpe que impidera la realización de tal acta.Caminé por los pasillos, sin dudar, conocía el camino.Me había encontrado en tantas ocasiones allí, que ni siquiera estaba seguro de como seguía con vida...
-Mira por dónde vas, bast...-imitando los malos modos de los guardas al chocar con alguien de la clase baja, le gruñí a la persona que se había metido en mi camino, antes de verla totalmente.No supe como reaccionar.Era ella.La persona que ocupaba mis sueños y pesadillas, mis días y noches, mi alma y corazón.Tragué saliva en seco, aturdido.La princesa no debía encontrarse aquí.Yo no sabía de su vuelta.¿Porqué...?La tentación de abrazarla me invadió por medio instante.Se me pasaron millones de palabras, frases, citas que había aprendido de los libros que había leído para aumentar mi velocidad, cientos de ideas revolotearon por mi cerebro, pero lo único que fue capaz de barbotar al final fue un simple y llano-Elizabeth...-y sin pensarlo más, la estreché entre mis brazos rodeados por el metal de la armadura.
-¿Qué ha si...?
El guarda no tuvo tiempo de acabar su pregunta.Un certero golpe con el mango de la espada que un herrero aliado me había hecho en la nuca, y cayó desplomado al suelo.Me vestí con su armadura, colocando el cuerpo oculto detrás de unos matorrales.Supe que hoy habría una reunión en Palacio para organizar una nueva serie de decretos que contrarrestase la posible revolución campesina.Quitar tierras, torturar a muchos inocentes, enseñar a traves del ejemplo.El momento perfecto para liberar sin que nadie se percatase a toda la gente encerrada en las mazmorras.Y, con suerte, dar un pequeño golpe que impidera la realización de tal acta.Caminé por los pasillos, sin dudar, conocía el camino.Me había encontrado en tantas ocasiones allí, que ni siquiera estaba seguro de como seguía con vida...
-Mira por dónde vas, bast...-imitando los malos modos de los guardas al chocar con alguien de la clase baja, le gruñí a la persona que se había metido en mi camino, antes de verla totalmente.No supe como reaccionar.Era ella.La persona que ocupaba mis sueños y pesadillas, mis días y noches, mi alma y corazón.Tragué saliva en seco, aturdido.La princesa no debía encontrarse aquí.Yo no sabía de su vuelta.¿Porqué...?La tentación de abrazarla me invadió por medio instante.Se me pasaron millones de palabras, frases, citas que había aprendido de los libros que había leído para aumentar mi velocidad, cientos de ideas revolotearon por mi cerebro, pero lo único que fue capaz de barbotar al final fue un simple y llano-Elizabeth...-y sin pensarlo más, la estreché entre mis brazos rodeados por el metal de la armadura.
Adrien Werther- Fugitivo
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 10/11/2010
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Miér Feb 23, 2011 2:52 am por Adrien Werther
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