Embajada francesa (Eli, Lili, Vivi, miembros importantes de ambas cortes)

Me levanté a la mañana siguiente, con un escándalo, de aquellos en el salón de abajo. Sabía los motivos, por supuesto. Probablemente expidieran a los guardas a otro pueblo, los desalojaran o esperaba al menos, que no los ejecutaran, por osar a quedarse dormidos cuando..¿cómo es que lo habían nombrado?, oh, sí, claro, cómo he de olvidarlo..’Un rebelde en potencia, una lacra que debía pisarse antes de que sus pensamientos corrieran por el pueblo como la lepra’. Solté un ligero suspiro.
Alguien golpeaba a mi puerta, me levanté con delicadeza e iba a dirigirme a abrirlas cuando pase por al lado de uno de los muebles, traídos de Francia. Allí se hayaba el pijama que había utilizado en la noche, con una pequeña rasgadura y algo de sangre en él, a la altura de la cintura, cierto, me había lastimado con los rosales cuando salíamos con Adrien, rumbo al muro, donde se hayaba el hueco.

Tomé la prenda y la coloqué dentro del cajón, mientras oía la voz de mi padre, ya algo más impaciente, esperando que le diera permiso para pasar. Una milésima de segundo antes, y me habría hayado envuelta en un tremedo problema.

Sus ojos destellantes me miraba con inquietud, y sin decir nada comenzó a rondar por el cuarto, imitando su silencio lo observé, viendo que se dirigía hacía el extenso cortinaje con hilos de oro, para dejar entrar el sol.

-Elizabeth, supongo que te has de haber enterado de los acontecimientos ocurridos el día de ayer..-

Dijo simplemente, sin mirarme. Mis sentidos se agudizaron, sabía que no podía mentir, pero con toda la simpleza del mundo, me encontraba segura de que sí no hacía algo pronto, todo iba a acabar muy mal.

-¿Ayer?-pregunté aparentado desinterés.

Mantuvimos la mirada por un momento, y él fue el primero en apartarla.

-Los guardias han permitido que un ladrón escapase, deberáis andar con cuidado, sobre todo con tus recurrentes visitas por el pueblo, probablemente quiera devolveros el favor, por haberlo apresado. He de pedir al señor Dickenson que no te deje en ningún momento. No quiero quejas.. vístete presentable, el Rey de Francia ha de arrivar en cualquier momento

Iba a reprochar, realmente…¿peligroso? ¿Adrien?, si mi padre se diera el lujo de conocer a la gente, sin los prejuicios que azotaban nuestra sociedad, probablemente pensaría diferente, pero estaba lejos de aquello, era prácticamente imposible, que pudiera hacer que una clase entera pudiera apartar su mirada de la Iglesia, y se percatara de lo que había más allá de sus narices. Sin decir nada más, salió del cuarto, azotando un poco la puerta, lo que me hizo comprender, que no había querido indagar más, por miedo a descubrir lo que ya estaba pensando, lo sabía, lo conocía, apostaba que protegía en sus ideas el hecho de que su propia hija hubiera estado envuelta en el escape del joven ladrón.

Me dirigí al baño, y me duché. El rey de Francia.¿Realmente era necesario que debiera quedarme aquí? Fingiendo sonrisas, y ser una familia sin ningún tipo de problemas..¿dejando de lado las amenazas provenientes de mi propio padre?

Madame Luthier entró al cuarto con una caja en sus manos, diciéndome que se trataba de un obsequio de parte del Rey,sabía que era culpable, pero no podría comprar mis pensamientos con un vestido..

Se trataba de un vestido color beige, con hilos dorados, y diamantes incrustados, al igual que los que la criada comenzaba a colocar en mi cabello. Prisionera de mi propia familia, prisionera de las joyas y los títulos.

Bajé las escaleras, mientras me colocaba el cabello por encima del hombro derecho, y algunos bucles caían con delicadez en mi rostro. Las puertas del palacios se hallaban abiertas, y el Rey acompañado por sus consejeros y vasallos, aguardaban al frente. Me coloqué entre Lilianne y Edward, esperando por el hombre que se acercaba a nosotros.

Entré a la sala al escuchar que teníamos invitados.Nada mas y nada menos que el Rey de Francia estaba para hacernos una visitaa. Me vestí en mis mejores ropas en un vestido azul con corset del tono de mi ojos , y unos diamantes pequeñisimos incrustados en una lara trenza en la que me habian recogido el cabello. Por lo que poco que recordaba mi familia , mi madre era un pariente lejano de nuestro invitado.Lafayette,si sin duda yo era de descendencia francesa.

Al entrar a la sala el principe y las princesas estaban en primera fila junto a mi hermano.Hice una reverencia y bajé la cabeza a modo de respeto y saludo.

-Bonjour Monsieur. Bienvenu a L'Anglaterre. -le dediqué una timida sonrisa cortes con mucha educación y me retire a tomar posicion con los demás.
-Si vous voudrais quelque chose, no dudeis en pedirlo.-le dije con una actitud agradable, y carismatica que le gustaba tanto a la gente.

Rei armoniosamente ante su broma y asenti.
-Lo tendré en cuenta Monsieur.-dije siguiendome la broma.Hice una leve reverencia y me levanté mirandole con carisma.
-Me conocen como Vivienne Lafayette.-me presenté.